martes, 8 de diciembre de 2009

LEY NATURAL, FUNDAMENTO DE LA DEMOCRACIA


En el tiempo que nos ha tocado vivir, existe una profunda confusión en algo tan esencial para nuestra vida como es el saber distinguir lo bueno de lo malo, entender que esta bien y que va en contra de la naturaleza misma de un ser humano, mas aún, en una época tan marcada por el relativismo, que niega en todo momento la existencia de valores absolutos.
El renovado aprecio por la libertad en nuestro tiempo, a partir de la finalización de la segunda guerra mundial y de la suscripción de las Declaraciones de Derechos Humanos no se han dado sin ciertas desviaciones. “El Papa Juan Pablo II ha llamado la atención sobre una manera errada, o "perversa", de concebir la libertad, que no es difícil de encontrar entre nosotros: esa "libertad" que no tiene como punto de referencia "la verdad sobre el bien o el mal, sino sólo su opinión subjetiva y mudable o, incluso, su interés egoísta y su capricho"[1].
La democracia etimológicamente proviene del griego y literalmente significa: poder (kratos) del pueblo (demos), es decir, es concebida como “el poder del pueblo”. Este término desde siempre ha indicado una entidad política, una forma de Estado y de gobierno, y así ha permanecido como la acepción primaria del término.[2] Sin embargo, a través de la historia de la humanidad su definición se ha hecho mucho más compleja.
Resulta frecuente, que se tienda a confundir la libertad de los ciudadanos y de sus representantes políticos para votar en un sentido u otro y para llegar a acuerdos constructivos, con la libertad de decidir cualquier cosa, y realmente para votar por “cualquier cosa”, independientemente de la moralidad de lo decidido. De este modo se llega a pensar que el pueblo soberano es capaz de "darse a sí mismo" legítimamente las normas según las que desea orientar y regular su vida en cada momento, sean cuales fueran los contenidos de las mismas.
Es verdad que las instituciones del Estado democrático, a través de las cuales se expresa la soberanía popular, son las únicas legitimadas para establecer las normas jurídicas de la convivencia social. Pero no es menos cierto que "no puede aceptarse la doctrina de quienes afirman que la voluntad de cada individuo o de ciertos grupos es la fuente primaria y única de donde brotan los derechos y deberes del ciudadano"[3].
El famoso escritor peruano, Mario Vargas Llosa, demócrata a cabalidad, en ciertas oportunidades ha afirmado que “la moral es algo que no debe influir en las leyes”. Las leyes, según Vargas Llosa, “deben ser aprobadas en función del número de representantes a Congreso que las apoyan, no importa si son morales o inmorales, lícitas o permisivas, buenas o malas. Son leyes porque así lo quiere la mayoría de los parlamentarios”. Esta concepción, ligada al positivismo jurídico más descarnado, resulta especialmente desorientadora para un pueblo como el nuestro que, en los últimos veinte años, con la gradual consolidación de la democracia está habituándose a pensar que lo establecido y autorizado por la ley civil o positiva se identifica, sin más, con lo realmente moral.
Como se puede ver hoy, en la estructura jurídica de muchos países la moral tiene una tendencia hacia la relativización, es decir, se ha llegado al punto de negarla y tildarla de subjetiva, sin entender que al obviarse la moral se corre el alto riesgo de caer en el peor de los subjetivismos, que será luego legitimado por el poder político, típico criterio del creciente liberalismo agnóstico de nuestra edad contemporanea, que ya no es capaz de distinguir entre el bien y el mal.
Por lo tanto, si bien es cierto que la democracia puede vislumbrar el desarrollo de las personas de un país, y que, de los sistemas de organización política que se han conocido a lo largo de la historia, la democracia es el que mejor ha logrado integrar la participación de los ciudadanos, en ningún momento se debe mitificarla. No pocas veces se habla de "democracia" como si fuera lo mismo que "justicia" y "moralidad". Y, a la inversa, se califica de "no democrático" o “antidemocrático” lo que se pretende estigmatizar como irracional o injusto. De este modo se confunden las cosas y no se ponen las condiciones adecuadas para debatir en profundidad los problemas que plantean la convivencia social y su justo ordenamiento.[4]
Se sobrevalora y se desvirtúa la democracia cuando se la convierte en un sustituto de la moralidad. La democracia "es un ordenamiento y, como tal, un instrumento y no un fin."[5]. Por lo tanto, no es cierto que "democrático" sea siempre igual a "justo". El modo de proceder en democracia, basado en la participación de los ciudadanos y en el control del poder, es justo y adecuado a la dignidad de la persona humana. Pero no todo lo que se hace y se decide por ese procedimiento tiene de por sí la garantía de ser también justo y conforme con la dignidad de la persona. Esto dependerá de que lo decidido esté efectivamente de acuerdo con el orden moral objetivo, que no está sometido al juego de mayorías y de consensos, sino que radica en la verdad de la condición humana.[6] Para S.S. Juan Pablo II, “la democracia es una empresa moral, una prueba continua de la capacidad de un pueblo de gobernarse a sí mismo para servir al bien común y al bien de cada ciudadano”. Al mismo tiempo, el Santo Padre deja claro que su carácter moral no es automático, sino que depende de los valores que encarna y promueve.”[7]
Pero entonces, ante esta incertidumbre, ¿cómo el hombre puede encontrar la verdad? ¿Cómo puede discernir entre el bien y el mal?. Muchos desconfían incluso del planteamiento de estas preguntas. Piensan que se trata de una estrategia de dominio y alegan que quien tenga o pretenda tener la respuesta a esa cuestión se arrogará fácilmente la capacidad de someter a los demás. Lo correcto sería -según se dice- que cada cual diera a esa pregunta la respuesta que mejor le pareciera y que actuara, sin más, según creyera oportuno. De este modo se abren las puertas al puro arbitrio de los individuos, fácilmente manipulable por la voluntad inmoral tanto de los individuos mismos como de los más fuertes. Se empieza por desvincular la libertad de la verdad del hombre y se acaba entendiéndola de un modo individualista que la despoja de su esencial dimensión de solidaridad y la entrega al capricho del egoísmo individual y de los poderosos de turno.[8]
Justamente, de esta forma las ideologías ilustradas, en el siglo pasado, se aprovecharon en ocasiones de la democracia y la confianza ciega en la capacidad de la razón humana pretendiendo organizar la vida personal y social a partir de un principio inmanente, proveniente de “la voluntad del pueblo”.

Ante este panorama, en el año 2007, S.S. Benedicto XVI, hizo un llamamiento a todas las conciencias para redescubrir en la ley natural el fundamento de la convivencia democrática y evitar así que el humor de las mayorías o de los más fuertes, se conviertan en el criterio del bien o del mal. Explicando que La ley natural es esa «norma escrita por el Creador en el corazón del hombre» que le permite distinguir el bien del mal.[9]

Efectivamente, hablar de ley natural es hablar de unos principios morales básicos, cuya vigencia no depende de ninguna autoridad política o eclesiástica, pues precede a una y a otra. Se puede decir, que la ley natural la llevamos puesta, por el solo hecho de ser humanos. Precisamente por eso la ley natural es más democrática que la misma democracia, y constituye la base para un auténtico "diálogo de civilizaciones". [10] De no ser por la existencia de una ley no escrita, de una ley natural, las mismas apelaciones a la democracia pueden convertirse en una excusa para la tiranía de la mayoría, como ya paso por ejemplo en la Revolución Francesa. .

La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira[11]. Santo Tomas de Aquino, nos refiere que “distinta a la ley revelada, la ley natural es lo que los seres humanos podemos conocer, por medio de la razón. Es lo que está al alcance de la razón sin recurso a la fe. La ley natural es "la participación de la criatura racional en la ley eterna"[12] "no es otra cosa que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Dios ha donado esta luz y esta ley en la creación".[13] Se le llama ley natural porque todo ser humano está sujeto a ella ya que contiene sólo los deberes que son derivados de la misma naturaleza humana y porque su esencia puede ser captada por la luz de la razón sin ayuda sobrenatural.
De esta forma, sino se reconoce una ley natural, la democracia se convierte en tiranía y la tolerancia y la dignidad humana terminan convirtiéndose en palabras vacías, que se rellenan con cualquier contenido arbitrario. Los procedimientos democráticos son importantes, pero no se sostienen solos, ni garantizan por sí solos la legitimidad moral de un régimen. La legitimidad moral de un régimen depende de si salvaguarda o no efectivamente el bien humano. Y esto no puede hacerse sin respetar la ley natural. Ésta es una ley no escrita, pero ha de inspirar las leyes escritas. Pero la democracia se corrompe también cuando se debilita el compromiso de los ciudadanos con el bien del hombre. Esto ocurre siempre que se promulgan leyes que atentan contra los derechos fundamentales, de los que depende la integridad humana. En definitiva, siempre que se atenta contra la ley natural.
S.S. Benedicto XVI, ha reconocido que “en muchos pensadores parece dominar hoy una concepción positivista del derecho. Según ellos, la humanidad, o la sociedad, o de hecho la mayoría de los ciudadanos se convierte en la fuente última de la ley civil”, por lo que advierte que “El problema que se plantea no es por tanto la búsqueda del bien, sino la del poder, o más bien, la del equilibrio de poderes”.

Asimismo, el Papa nos muestra que. “en la raíz de esta tendencia se encuentra el relativismo ético, en el que algunos ven incluso una de las condiciones principales de la democracia, pues el relativismo garantizaría la tolerancia y el respeto recíproco de las personas”. Pero si fuera así, siguió advirtiendo, “la mayoría de un momento se convertiría en la última fuente del derecho. (…) La historia demuestra con gran claridad que las mayorías pueden equivocarse, alertó. La verdadera racionalidad no queda garantizada por el consenso de una mayoría, sino sólo por la transparencia de la razón humana ante la Razón creadora y por la escucha de esta Fuente de nuestra racionalidad”.
Benedicto XVI, nos recuerda que cuando están en juego “las exigencias fundamentales de la dignidad de la persona humana, de su vida, de la institución familiar, de la justicia del ordenamiento social, es decir, los derechos fundamentales del hombre, ninguna ley hecha por los hombres puede trastocar la norma escrita por el Creador en el corazón del hombre, sin que la sociedad quede golpeada dramáticamente en lo que constituye su fundamento irrenunciable (…) La ley natural se convierte de este modo en garantía ofrecida a cada quien para vivir libremente y ser respetado en su dignidad, quedando al reparo de toda manipulación ideológica y de todo arbitrio o abuso del más fuerte. (…) Nadie puede sustraerse a esta exigencia. Si por un trágico oscurecimiento de la conciencia colectiva el escepticismo y el relativismo ético llegaran a cancelar los principios fundamentales de la ley moral natural, el mismo ordenamiento democrático quedaría radicalmente herido en sus fundamentos. (…) Contra este oscurecimiento, que es la crisis de la civilización humana, antes incluso que cristiana, es necesario movilizar a todas las conciencias de los hombres de buena voluntad, laicos o pertenecientes a religiones diferentes al cristianismo, para que juntos y de manera concreta se comprometan a crear, en la cultura y en la sociedad civil y política, las condiciones necesarias para una plena conciencia del valor innegable de la ley moral natural (…) del respeto de ésta depende de hecho el avance de los individuos y de la sociedad en el camino del auténtico progreso, en conformidad con la recta razón, que es participación en la Razón eterna de Dios”[14]
[1] Conferencia Episcopal Española, Documento de la LXV Asamblea Plenaria “MORAL Y SOCIEDAD DEMOCRÁTICA, Madrid, 14 de febrero de 1996, citó a S.S.Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitae, 18-20, 19, 4.
[2] Sartori, Giovanni.¿Qué es la Democracia?, Capitulo I, Taurus, Madrid, 2003, pp. 17-28.

[3] S.S. Juan XXIII, Carta Encíclica Pacem in terris (11-IV-1963), 78.
[4] Documento de la LXV Asamblea Plenaria “MORAL Y SOCIEDAD DEMOCRÁTICA, Madrid, 14 de febrero de 1996,35.
[5] S.S. Juan Pablo II, Enc. Evangelium vitae, 70, 4.
[6] Conferencia Episcopal Española, Documento de la LXV Asamblea Plenaria “MORAL Y SOCIEDAD DEMOCRÁTICA, Madrid, 14 de febrero de 1996, 36.
[7] Garrido Manuel, El pensamiento ético-político de Juan Pablo II, según don José Ramón Garitagoitia, politólogo La democracia, empresa moral.

[8] Conferencia Episcopal Española, Documento de la LXV Asamblea Plenaria “MORAL Y SOCIEDAD DEMOCRÁTICA, Madrid, 14 de febrero de 1996, 12.

[9] SS.Benedicto XVI, discurso dirigido a los miembros de la Comisión Teológica Internacional a quienes recibió al concluir su asamblea plenaria. Ciudad del Vaticano, 5 octubre 2007.

[10] Revista Nuestro Tiempo, Conversación con Ana Marta González González, “La ley más democrática es la ley natural”., España, Articulo Publicado en Internet http://arvo.net/etica/la-ley-mas-democratica/gmx-niv149-con15716.htm, revisado el 25 de agosto de 2009.

[11] Catecismo de la Iglesia Católica, 1954
[12] Santo Tomás de Aquino; Summa Theologica, 1a, 2ae, quest. 91, art.2.
[13] Veritatis Splendor, n. 40; cf. también Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1954-1955.
[14] SS.Benedicto XVI, discurso dirigido a los miembros de la Comisión Teológica Internacional a quienes recibió al concluir su asamblea plenaria. Ciudad del Vaticano, 5 octubre 2007.

lunes, 1 de diciembre de 2008

LA IMPORTANCIA Y FINALIDAD DE LA FAMILIA

La familia se constituye como la primera instancia de encuentro con Dios para el hombre, de allí emana su importancia, el Papa Juan Pablo II nos refiere acerca de la misma: “El Hijo unigénito, consustancial al Padre, Dios de Dios, Luz de Luz”, entró en la historia de los hombres a través de una familia…por tanto si Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre, lo hace empezando por la familia en la que eligió nacer y crecer”[1]. Justamente para los esposos desde su particular estado de vida, como todo bautizado, están llamados a anunciar el evangelio por todo el mundo y es justamente en su familia donde ellos serán los primeros apóstoles para sus hijos con su palabra y su ejemplo, “el hogar es así la primera escuela de la vida cristiana y escuela del más rico humanismo”[2], viviendo de esta forma la plenitud de su vocación y procurando desarrollar la vocación de cada miembro de la familia, alentando especialmente la vocación a la vida consagrada. A esta dinámica el Concilio Vaticano II la ha denominado “Iglesia Domestica”.[3]

“Todos los cristianos de cualquier estado o condición, están llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad, cuyo modelo es el mismo Padre”
[4], debemos mirar el matrimonio como un verdadero camino de santidad. Los esposos deben velar el uno por el otro, de encontrarse siempre en la gracia de Dios que emana de la fidelidad en su amor durante toda su vida. “Cuando esto no se da hay que preguntarse si el egoísmo, que debido a la inclinación humana hacia el mal se esconde también en el amor del hombre y de la mujer, no sea más fuerte que este amor. Es necesario que los esposos sean conscientes de ello y que, ya desde el principio, orienten sus corazones y pensamientos hacia aquel Dios y Padre”[5]. Así los esposos entienden la necesidad de la santidad dentro de su matrimonio, encontrando de este modo el sentido de su vocación y por tanto de su vida. De esta manera educarán a sus hijos y les transmitirán de forma adecuada la doctrina y las virtudes cristianas heredándoles también el anhelo por la santidad, convirtiéndose para nuestra sociedad en un ejemplo de inagotable y generoso amor, siendo testigos y colaboradores de la fecundidad de la madre Iglesia.[6]

[1] Juan Pablo II - Carta a las Familias, página 04 - Editorial Salesiana – Lima, 1994
[2] Catecismo de la Iglesia Católica, 1657
[3] Lumen gentium, 11
[4] Catecismo de la Iglesia Católica, 825
[5] Juan Pablo II - Carta a las Familias , página 16 - Editorial Salesiana – Lima, 1994
[6] Lumen Pentium, 41

CAMINO A LA FELICIDAD DEL HOMBRE

La relación entre el pasaje de las bienaventuranzas y la Gaudium et spes n. 22 en el camino de felicidad del hombre.

Todo hombre busca el sentido de su vida, surgida de la nostalgia de la verdad absoluta. El deseo de verdad pertenece a la naturaleza misma del hombre[1]; las preguntas existenciales que se hace todo ser humano están marcadas por su infinito anhelo de felicidad. Este anhelo es un sello plasmado por Dios en el corazón humano, de esta forma Dios que sale al encuentro de su creatura para que alcance su plena felicidad en Él, que es el único capaz de satisfacer este anhelo por la verdad.

La luz del rostro de Dios resplandece con toda su belleza en el rostro de Jesucristo
[2], Él es la Verdad hecha Persona, modelo del ser humano pleno y paradigmático[3], que atrae hacia sí al mundo. El Señor Jesús es la encarnación más perfecta de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas y el Sermón de la Montaña son la expresión de la perfección moral más alta a la que puede aspirar un ser humano. Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad[4] enseñándonos que la verdadera felicidad reside en Dios, fuente de amor infinito. Sin embargo, para cumplir los mandamientos plenamente y llegar a la meta de la bienaventuranza se necesita de la fuerza de Dios en el auxilio de su gracia, que actúa en y a través de la libertad del hombre ya que la bienaventuranza prometida nos coloca ante opciones morales decisivas, que requieren tanto de la ayuda divina como de nuestra libre determinación y así poder responder a la vocación eterna, siendo la vida moral el despliegue de la gracia bautismal en el seguimiento del Señor Jesús. El Plan de Dios y sus exigencias es el camino que lleva al ser humano a su realización en esta vida y a la dicha eterna a la que aspira el corazón del hombre en la vida eterna.[5]

[1] Fides et ratio», 15
[2] Veritatis splendor, 2. Juan Pablo II
[3] GS 22
[4] Catecismo de la Iglesia Católica , 1718
[5] GS 22

TEORÍAS MORALES CONTEMPORÁNEAS ERRADAS

La encíclica Veritatis Splendor muestra como algunas tesis de las teologías morales contemporáneas son incompatibles con la doctrina católica y no corresponden a la verdad plena del hombre revelada por la fe.
Todas estas teorías tienen un problema filosófico de fondo y es que asumen la premisa del pensamiento moderno que niega el conocimiento metafísico. A partir de Kant se cree que el hombre es incapaz de un conocimiento metafísico, es decir de conocer la esencia de las cosas, el ser. Por tanto, como las éticas modernas renuncian al concepto de la esencia, no pueden basar las normas morales en la naturaleza (ley natural), sino que tratan de buscar otros modelos que sirvan como fundamento para el recto obrar, buscándolo en la finalidad, las consecuencias, el pragmatismo, el consenso social, etc.

1. Las teorías morales erradas se pueden dividir en: aquellas que inciden en el OBJETO, o el ACTO MORAL:
1. Personalismo
 PLANTEAMIENTO:
Como corriente filosófica busca reivindicar el valor de la persona como sujeto moral, y la importancia de la libertad. La primacía de la subjetividad sobre la objetividad, de la persona sobre la naturaleza, de la libertad sobre la verdad.
Se ve el giro antropocéntrico de la filosofía moderna, aplicado a la moral. Un personalismo llevado al extremo concibe la libertad como un absoluto, como la posibilidad o necesidad del ser humano de elegirse y recrearse en cada momento.
Muchos autores se refieren a una “moral personalista” (tiene una connotación positiva el término), pero entendiendo a la persona desligada de la naturaleza. Es decir, parten de una concepción de persona que se hace a sí misma, en una dinámica de autorrealización en la que desde su libertad construye y recrea los valores que guían su comportamiento, sin ninguna referencia a la naturaleza.
Muchos de estos autores pretenden crear una moral subjetivista, recurriendo a una interpretación tendenciosa de San Pablo buscan oponer la “libertad de los hijos de Dios” frente a la “esclavitud de la ley” en la que queda englobada también la ley natural.

☺ RESPUESTA:
La libertad es importante, pero no es un valor absoluto. La encíclica subraya una primacía de la Verdad sobre la Libertad. La libertad no es libertad para hacer cualquier cosa (libertinaje) sino que debe tener una medida, un cauce. La medida de la libertad es la Verdad. La libertad puede seguir libremente sólo la Verdad, y si no lo hace renuncia a ser libertad y se convierte en esclavitud.
Pero ¿qué es la Verdad? La verdad que orienta los actos humanos es la Verdad sobre el hombre, es la Verdad de nuestra naturaleza humana. Una naturaleza que el hombre no crea, sino que debe reconocer y respetar. En ese sentido también se puede decir que la medida de la libertad es nuestra naturaleza. El punto de partida para la actualización de la libertad en el mundo a través de elecciones libres es el respeto de la luz original de la razón que se manifiesta en la ley natural. Esta Verdad sobre sí mismo y su naturaleza (la ley natural) el hombre puede descubrirla hasta cierto punto con sus propias luces. Pero solo pueden conocerla íntegramente por medio de la Revelación, cuya interpretación es confiada a la Iglesia y a su Magisterio.
Un personalismo que no preste atención a la naturaleza humana, y a las exigencias que la razón descubre en ella, y que no reconozca el vínculo constitutivo entre libertad y verdad, es un falso personalismo que termina destruyendo la persona humana.
2. Opción Fundamental
 PLANTEAMIENTO:
Busca construir una moral más centrada en las opciones que en los actos. Estos moralistas critican la moral de los actos que se estudiaba en el pasado como una moral atomizada y excesivamente legalista y normativa. Se acentúa que lo importante no son los actos, sino las actitudes, y que los actos morales aislados no siempre comprometen la actitud de la persona y su opción moral, pudiendo llegar incluso a ser irrelevantes.
Pretenden una consideración totalizante del comportamiento moral como una unidad dinámica total, en la que la opción fundamental por Dios y por el bien permanece, aun cuando los actos singulares vayan en contra de esta opción. El concepto de opción fundamental representa la dirección, la orientación de toda la vida hacia el fin, que no siempre se ve afecta por el pecado, ni siquiera por el pecado grave.
Algunos autores distinguen entre pecado mortal y pecado grave y afirman que uno puede vivir en pecado grave y no romper la amistad con Dios, pues el único pecado que quebraría esa amistad sería la actitud de la indiferencia frente a Dios. El pecado solo es mortal, cuando el sentido de la negación de Dios brota del centro de su persona, como un acto totalizante.
Estos autores distinguen entre libertad de elección (libertad categorial) y libertad de autodeterminación (libertad trascendental). La primera se refiere a los actos singulares que son calificados con ligereza como “periféricos”, como actos premorales, cuya trasgresión no afecta la opción fundamental y que pueden ser juzgados como moralmente admisibles o no tan graves, según la intención y las circunstancias de la persona. La segunda se refiere a las actitudes que marcan la opción fundamental de una persona, como son el amor a Dios, la benevolencia con el prójimo, la opción por la justicia, etc. Según esta teoría, el pecado mortal es aquel que coincide con una opción fundamental negativa. Se mide no por actos aislados, sino por la intensidad del acto en relación a la opción fundamental de la persona.
☺ RESPUESTA:
«Mediante la elección fundamental, el hombre es capaz de orientar su vida y -con la ayuda de la gracia - tender a su fin siguiendo la llamada divina. Pero esta capacidad se ejerce de hecho en las elecciones particulares de actos determinados, mediante los cuales el hombre se conforma deliberadamente con la voluntad, la sabiduría y la ley de Dios. Por tanto, se afirma que la llamada opción fundamental…se actúa siempre mediante elecciones conscientes y libres. Precisamente por esto, la opción fundamental es revocada cuando el hombre compromete su libertad en elecciones conscientes de sentido contrario, en materia moral grave». Juan Pablo II. Veritatis splendor, 67

1. Esta teoría reduce la norma moral a un simple ideal, y considera que para corresponder a este ideal, basta con tender sinceramente a cumplirlo, aunque en la práctica exista un divorcio entre sus actos y el ideal al cual se adhiere. Hay una disociación entre la opción fundamental (ideal) y las acciones deliberadas de un comportamiento concreto (actos).
2. Pierden de vista que el hombre se construye o se destruye a sí mismo con cada uno de sus actos, y que estos tienen una relación íntima con su fin último.
3. Un problema antropológico de esta teoría es que sitúa el ámbito de lo corporal en el campo de los bienes “premorales o periféricos”, y entonces la moral queda reducida a una ética de las buenas intenciones que pretende justificar todo. En el fondo de esta posición hay una visión dualista que contiene una “devaluación del cuerpo” ya que lo priva de su dignidad, pues los actos que se realizan sobre el cuerpo, terminan siendo irrelevantes en cuanto a su valoración moral.
4. Es cierto que la opción fundamental que orienta hacia Dios es un elemento importante. También es cierto que las actitudes son claves para determinar nuestro comportamiento moral. Pero la opción fundamental y las actitudes básicas de una persona se verifican en sus actos.
5. Existen actos que son intrínsecamente malos, y que no pueden coexistir con una opción fundamental buena. No es necesario que dicho acto tenga una especial intensidad subjetiva, basta que sea objetivamente grave y sea realizado de manera consciente y libre. No es verdad que actos singulares no sean suficientes para constituir un pecado mortal.
6. No es necesario que para que exista un pecado mortal se requiera una posición formal en contra de Dios. A Dios también se le rechaza por la conculcación de uno de sus mandamientos en materia grave.
7. Cuando se rechaza la existencia de actos que son en sí mismos intrínsecamente malos y graves, porque van en contra de las exigencias de la ley natural, se cae en un claro subjetivismo, que juzga la moralidad de la acción solamente por el mayor o menor compromiso de la persona.
8. En el fondo, encierra a la persona en la actitud del fariseo que no tiene necesidad de arrepentirse y le impide asumir la del publicano que se golpea el pecho y reconociendo su debilidad se confía a la misericordia de Dios.


2. Aquellas que inciden en la INTENCIÓN o el FIN del agente:
3. Moral teleológica
 PLANTEAMIENTO:
Considera que la acción es en sí misma moralmente neutra, y que puede ser calificada como
moralmente buena o mala dependiendo de que se haga con buena intención. Dedican particular atención a la conformidad del acto humano (no con el bien objetivo) sino con los fines perseguidos y con los valores que él sujeto moral tiene. En la medida en que la persona actúe con conciencia recta y con la convicción sincera que está obrando el bien, el acto es bueno.

4. Consecuencialismo-Pragmatismo
 PLANTEAMIENTO:
Es también llamado consecuencialismo teleologico. Según esta teoría la moralidad de la acción
deriva de las consecuencias exteriores de la misma en cuanto responsablemente previstas y
queridas como fin de la misma acción. No hay acciones en sí mismas absolutamente malas,
todo depende de las consecuencias que de tal acción se siguen y de los fines que se
busquen.
Para juzgar la moralidad de una acción hay que sopesar la relación entre las buenas o malas consecuencias que de ella se siguen, eligiendo aquellas que tienen previsiblemente más consecuencias positivas. P.e. Una relación prematrimonial será buena si contribuye a acrecentar el amor entre los novios, se realiza con mutuo respeto y tiene consecuencias auténticamente gratificantes, y si además los novios están dispuestos a asumir responsablemente las consecuencias de esa relación.

5. Proporcionalismo
 PLANTEAMIENTO:
Es también una forma de teleologismo. Juzga la moralidad de la acción porque arrojan un balance por la proporción entre los bienes que se pretenden lograr y los males que se van a derivar de esa acción. Se trata de maximizar los bienes y minimizar los males, buscando que el comportamiento concreto pueda producir un mejor estado de cosas para las personas interesadas. Para estas teorías no existe el bien o el mal en sí mismo, sino simplemente lo que es mejor que… o peor que otro…Bueno, significa mejor que…Es una teoría utilitarista.

☺ RESPUESTA:
«Para ofrecer los criterios racionales de una justa decisión moral, las mencionadas
teorías tienen en cuenta la intención y las consecuencias de la acción humana.
Ciertamente hay que dar gran importancia ya sea a la intención -como Jesús insiste con particular fuerza en abierta contraposición con los escribas y fariseos, que prescribían minuciosamente ciertas obras externas sin atender al corazón (cf. Mc 7, 20-21; Mt 15, 19)-, ya sea a los bienes obtenidos y los males evitados como consecuencia de un acto particular. Se trata de una exigencia de responsabilidad. Pero la consideración de estas consecuencias -así como de las intenciones- no es suficiente para valorar la cualidad moral de una elección concreta. La ponderación de los bienes y los males, previsibles como consecuencia de una acción, no es un método adecuado para determinar si la elección de aquel comportamiento concreto es, «según su especie» o «en sí misma», moralmente buena o mala, lícita o ilícita. Las consecuencias previsibles pertenecen a aquellas circunstancias del acto que, aunque puedan modificar la gravedad de una acción mala, no pueden cambiar, sin embargo, la especie moral.
Por otra parte, cada uno conoce las dificultades -o mejor dicho, la imposibilidad, de valorar todas las consecuencias y todos los efectos buenos o malos -denominados premorales- de los propios actos: un cálculo racional exhaustivo no es posible. Entonces, ¿qué hay que hacer para establecer unas proporciones que dependen de una valoración, cuyos criterios permanecen oscuros? ¿Cómo podría justificarse una obligación absoluta sobre cálculos tan discutibles?». Juan Pablo II Veritatis splendor, 77.
1. El primer elemento para juzgar la moralidad de una acción es que el acto sea moralmente bueno (objeto). Solo a partir de allí se puede atender a la proporción de los efectos buenos o malos.
2. El error de estas teorías está en concebir la acción como algo meramente físico, colocando la bondad moral de la misma en la intención del sujeto.
3. El consecuencialismo abruma la responsabilidad humana, pues el hombre antes de obrar tendría que preguntarse sobre todas las posibles consecuencias positivas o negativas de su acción, en lugar de preguntarse simplemente si está obrando el bien o el mal.
4. No se puede justificar la existencia de un nivel pre-moral de un acto humano, ya que esta es moralmente buena o mala por su objeto propio. La acción de abortar es en sí misma mala, sean las que sean las intenciones del que aborta o las consecuencias que traiga consigo, porque implica la destrucción de un ser humano inocente.

3. Aquellas que inciden en la INTENCIÓN o el FIN del agente:

6. Ética de la situación- circunstancialismo:
 PLANTEAMIENTO:
No se puede imponer fríamente a todos y en todas las situaciones la misma norma moral. Dios es
Amor y entabla con cada persona un diálogo personalísimo e irrepetible, en el secreto de su
conciencia. No hay principios absolutos y universales, sino solo normas generales aplicables a
la mayoría de los casos, pero que deben ser aplicadas a cada situación. Las “normas generales”
sirven de pistas, pero no obligan siempre de igual manera a todos. Es Dios quien dicta a la
conciencia de cada uno según su situación la norma moral.
«Las circunstancias pueden también atenuar o aumentar la responsabilidad del que obra (como actuar por miedo a la muerte). Las circunstancias no pueden de suyo modificar la calidad moral de los actos; no pueden hacer ni buena ni justa una acción que de suyo es mala». Catecismo de la Iglesia Católica,1754.

☺ SINTESIS DE LA RESPUESTA DESDE LA DOCTRINA CATÓLICA SOBRE EL JUICIO MORAL
a) Hay actos intrínsecamente malos en sí mismos
b) Hay principios morales absolutos (sin excepción) y universales (para todos).
c) Los actos singulares confirman o niegan la autenticidad de la Opción Fundamental. No son periféricos cuando se realizan con advertencia y libertad.
d) Si se suprimen los principios absolutos se cae en un relativismo inevitable, donde cada persona puede ser juez y parte, y de manera subjetiva considerar si ha obrado o no con recta intención.
e) Las reglas de juego deben ser aplicables a todos.

Crisis de la Teología Moral hoy
El Papa en la Veritatis splendor profundiza en la raíz histórica de la crisis de la teología moral contemporánea signada por una radical “subjetivización de la moralidad”. Esta crisis se expresa en una doble ruptura:

· La primera, a nivel filosófico, es la separación entre la libertad y la verdad;
· La segunda, a nivel teológico, es la ruptura del nexo entre fe y moral.
Cuando la libertad pierde la referencia a la verdad, se transforma en un poder arbitrario que no responde a la naturaleza profunda del ser humano.
Cuando la moralidad no hunde sus raíces en la fe: la moral se convierte en el cumplimiento de una serie de normas externas, desgajadas del agua viva del amor, que es lo que nutre y da sentido a la vida del cristiano; la vida cristiana queda reducida a una ética sin apertura a la trascendencia y deja de ser algo relevante para el mundo.