lunes, 1 de diciembre de 2008

LA IMPORTANCIA Y FINALIDAD DE LA FAMILIA

La familia se constituye como la primera instancia de encuentro con Dios para el hombre, de allí emana su importancia, el Papa Juan Pablo II nos refiere acerca de la misma: “El Hijo unigénito, consustancial al Padre, Dios de Dios, Luz de Luz”, entró en la historia de los hombres a través de una familia…por tanto si Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre, lo hace empezando por la familia en la que eligió nacer y crecer”[1]. Justamente para los esposos desde su particular estado de vida, como todo bautizado, están llamados a anunciar el evangelio por todo el mundo y es justamente en su familia donde ellos serán los primeros apóstoles para sus hijos con su palabra y su ejemplo, “el hogar es así la primera escuela de la vida cristiana y escuela del más rico humanismo”[2], viviendo de esta forma la plenitud de su vocación y procurando desarrollar la vocación de cada miembro de la familia, alentando especialmente la vocación a la vida consagrada. A esta dinámica el Concilio Vaticano II la ha denominado “Iglesia Domestica”.[3]

“Todos los cristianos de cualquier estado o condición, están llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad, cuyo modelo es el mismo Padre”
[4], debemos mirar el matrimonio como un verdadero camino de santidad. Los esposos deben velar el uno por el otro, de encontrarse siempre en la gracia de Dios que emana de la fidelidad en su amor durante toda su vida. “Cuando esto no se da hay que preguntarse si el egoísmo, que debido a la inclinación humana hacia el mal se esconde también en el amor del hombre y de la mujer, no sea más fuerte que este amor. Es necesario que los esposos sean conscientes de ello y que, ya desde el principio, orienten sus corazones y pensamientos hacia aquel Dios y Padre”[5]. Así los esposos entienden la necesidad de la santidad dentro de su matrimonio, encontrando de este modo el sentido de su vocación y por tanto de su vida. De esta manera educarán a sus hijos y les transmitirán de forma adecuada la doctrina y las virtudes cristianas heredándoles también el anhelo por la santidad, convirtiéndose para nuestra sociedad en un ejemplo de inagotable y generoso amor, siendo testigos y colaboradores de la fecundidad de la madre Iglesia.[6]

[1] Juan Pablo II - Carta a las Familias, página 04 - Editorial Salesiana – Lima, 1994
[2] Catecismo de la Iglesia Católica, 1657
[3] Lumen gentium, 11
[4] Catecismo de la Iglesia Católica, 825
[5] Juan Pablo II - Carta a las Familias , página 16 - Editorial Salesiana – Lima, 1994
[6] Lumen Pentium, 41

CAMINO A LA FELICIDAD DEL HOMBRE

La relación entre el pasaje de las bienaventuranzas y la Gaudium et spes n. 22 en el camino de felicidad del hombre.

Todo hombre busca el sentido de su vida, surgida de la nostalgia de la verdad absoluta. El deseo de verdad pertenece a la naturaleza misma del hombre[1]; las preguntas existenciales que se hace todo ser humano están marcadas por su infinito anhelo de felicidad. Este anhelo es un sello plasmado por Dios en el corazón humano, de esta forma Dios que sale al encuentro de su creatura para que alcance su plena felicidad en Él, que es el único capaz de satisfacer este anhelo por la verdad.

La luz del rostro de Dios resplandece con toda su belleza en el rostro de Jesucristo
[2], Él es la Verdad hecha Persona, modelo del ser humano pleno y paradigmático[3], que atrae hacia sí al mundo. El Señor Jesús es la encarnación más perfecta de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas y el Sermón de la Montaña son la expresión de la perfección moral más alta a la que puede aspirar un ser humano. Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad[4] enseñándonos que la verdadera felicidad reside en Dios, fuente de amor infinito. Sin embargo, para cumplir los mandamientos plenamente y llegar a la meta de la bienaventuranza se necesita de la fuerza de Dios en el auxilio de su gracia, que actúa en y a través de la libertad del hombre ya que la bienaventuranza prometida nos coloca ante opciones morales decisivas, que requieren tanto de la ayuda divina como de nuestra libre determinación y así poder responder a la vocación eterna, siendo la vida moral el despliegue de la gracia bautismal en el seguimiento del Señor Jesús. El Plan de Dios y sus exigencias es el camino que lleva al ser humano a su realización en esta vida y a la dicha eterna a la que aspira el corazón del hombre en la vida eterna.[5]

[1] Fides et ratio», 15
[2] Veritatis splendor, 2. Juan Pablo II
[3] GS 22
[4] Catecismo de la Iglesia Católica , 1718
[5] GS 22

TEORÍAS MORALES CONTEMPORÁNEAS ERRADAS

La encíclica Veritatis Splendor muestra como algunas tesis de las teologías morales contemporáneas son incompatibles con la doctrina católica y no corresponden a la verdad plena del hombre revelada por la fe.
Todas estas teorías tienen un problema filosófico de fondo y es que asumen la premisa del pensamiento moderno que niega el conocimiento metafísico. A partir de Kant se cree que el hombre es incapaz de un conocimiento metafísico, es decir de conocer la esencia de las cosas, el ser. Por tanto, como las éticas modernas renuncian al concepto de la esencia, no pueden basar las normas morales en la naturaleza (ley natural), sino que tratan de buscar otros modelos que sirvan como fundamento para el recto obrar, buscándolo en la finalidad, las consecuencias, el pragmatismo, el consenso social, etc.

1. Las teorías morales erradas se pueden dividir en: aquellas que inciden en el OBJETO, o el ACTO MORAL:
1. Personalismo
 PLANTEAMIENTO:
Como corriente filosófica busca reivindicar el valor de la persona como sujeto moral, y la importancia de la libertad. La primacía de la subjetividad sobre la objetividad, de la persona sobre la naturaleza, de la libertad sobre la verdad.
Se ve el giro antropocéntrico de la filosofía moderna, aplicado a la moral. Un personalismo llevado al extremo concibe la libertad como un absoluto, como la posibilidad o necesidad del ser humano de elegirse y recrearse en cada momento.
Muchos autores se refieren a una “moral personalista” (tiene una connotación positiva el término), pero entendiendo a la persona desligada de la naturaleza. Es decir, parten de una concepción de persona que se hace a sí misma, en una dinámica de autorrealización en la que desde su libertad construye y recrea los valores que guían su comportamiento, sin ninguna referencia a la naturaleza.
Muchos de estos autores pretenden crear una moral subjetivista, recurriendo a una interpretación tendenciosa de San Pablo buscan oponer la “libertad de los hijos de Dios” frente a la “esclavitud de la ley” en la que queda englobada también la ley natural.

☺ RESPUESTA:
La libertad es importante, pero no es un valor absoluto. La encíclica subraya una primacía de la Verdad sobre la Libertad. La libertad no es libertad para hacer cualquier cosa (libertinaje) sino que debe tener una medida, un cauce. La medida de la libertad es la Verdad. La libertad puede seguir libremente sólo la Verdad, y si no lo hace renuncia a ser libertad y se convierte en esclavitud.
Pero ¿qué es la Verdad? La verdad que orienta los actos humanos es la Verdad sobre el hombre, es la Verdad de nuestra naturaleza humana. Una naturaleza que el hombre no crea, sino que debe reconocer y respetar. En ese sentido también se puede decir que la medida de la libertad es nuestra naturaleza. El punto de partida para la actualización de la libertad en el mundo a través de elecciones libres es el respeto de la luz original de la razón que se manifiesta en la ley natural. Esta Verdad sobre sí mismo y su naturaleza (la ley natural) el hombre puede descubrirla hasta cierto punto con sus propias luces. Pero solo pueden conocerla íntegramente por medio de la Revelación, cuya interpretación es confiada a la Iglesia y a su Magisterio.
Un personalismo que no preste atención a la naturaleza humana, y a las exigencias que la razón descubre en ella, y que no reconozca el vínculo constitutivo entre libertad y verdad, es un falso personalismo que termina destruyendo la persona humana.
2. Opción Fundamental
 PLANTEAMIENTO:
Busca construir una moral más centrada en las opciones que en los actos. Estos moralistas critican la moral de los actos que se estudiaba en el pasado como una moral atomizada y excesivamente legalista y normativa. Se acentúa que lo importante no son los actos, sino las actitudes, y que los actos morales aislados no siempre comprometen la actitud de la persona y su opción moral, pudiendo llegar incluso a ser irrelevantes.
Pretenden una consideración totalizante del comportamiento moral como una unidad dinámica total, en la que la opción fundamental por Dios y por el bien permanece, aun cuando los actos singulares vayan en contra de esta opción. El concepto de opción fundamental representa la dirección, la orientación de toda la vida hacia el fin, que no siempre se ve afecta por el pecado, ni siquiera por el pecado grave.
Algunos autores distinguen entre pecado mortal y pecado grave y afirman que uno puede vivir en pecado grave y no romper la amistad con Dios, pues el único pecado que quebraría esa amistad sería la actitud de la indiferencia frente a Dios. El pecado solo es mortal, cuando el sentido de la negación de Dios brota del centro de su persona, como un acto totalizante.
Estos autores distinguen entre libertad de elección (libertad categorial) y libertad de autodeterminación (libertad trascendental). La primera se refiere a los actos singulares que son calificados con ligereza como “periféricos”, como actos premorales, cuya trasgresión no afecta la opción fundamental y que pueden ser juzgados como moralmente admisibles o no tan graves, según la intención y las circunstancias de la persona. La segunda se refiere a las actitudes que marcan la opción fundamental de una persona, como son el amor a Dios, la benevolencia con el prójimo, la opción por la justicia, etc. Según esta teoría, el pecado mortal es aquel que coincide con una opción fundamental negativa. Se mide no por actos aislados, sino por la intensidad del acto en relación a la opción fundamental de la persona.
☺ RESPUESTA:
«Mediante la elección fundamental, el hombre es capaz de orientar su vida y -con la ayuda de la gracia - tender a su fin siguiendo la llamada divina. Pero esta capacidad se ejerce de hecho en las elecciones particulares de actos determinados, mediante los cuales el hombre se conforma deliberadamente con la voluntad, la sabiduría y la ley de Dios. Por tanto, se afirma que la llamada opción fundamental…se actúa siempre mediante elecciones conscientes y libres. Precisamente por esto, la opción fundamental es revocada cuando el hombre compromete su libertad en elecciones conscientes de sentido contrario, en materia moral grave». Juan Pablo II. Veritatis splendor, 67

1. Esta teoría reduce la norma moral a un simple ideal, y considera que para corresponder a este ideal, basta con tender sinceramente a cumplirlo, aunque en la práctica exista un divorcio entre sus actos y el ideal al cual se adhiere. Hay una disociación entre la opción fundamental (ideal) y las acciones deliberadas de un comportamiento concreto (actos).
2. Pierden de vista que el hombre se construye o se destruye a sí mismo con cada uno de sus actos, y que estos tienen una relación íntima con su fin último.
3. Un problema antropológico de esta teoría es que sitúa el ámbito de lo corporal en el campo de los bienes “premorales o periféricos”, y entonces la moral queda reducida a una ética de las buenas intenciones que pretende justificar todo. En el fondo de esta posición hay una visión dualista que contiene una “devaluación del cuerpo” ya que lo priva de su dignidad, pues los actos que se realizan sobre el cuerpo, terminan siendo irrelevantes en cuanto a su valoración moral.
4. Es cierto que la opción fundamental que orienta hacia Dios es un elemento importante. También es cierto que las actitudes son claves para determinar nuestro comportamiento moral. Pero la opción fundamental y las actitudes básicas de una persona se verifican en sus actos.
5. Existen actos que son intrínsecamente malos, y que no pueden coexistir con una opción fundamental buena. No es necesario que dicho acto tenga una especial intensidad subjetiva, basta que sea objetivamente grave y sea realizado de manera consciente y libre. No es verdad que actos singulares no sean suficientes para constituir un pecado mortal.
6. No es necesario que para que exista un pecado mortal se requiera una posición formal en contra de Dios. A Dios también se le rechaza por la conculcación de uno de sus mandamientos en materia grave.
7. Cuando se rechaza la existencia de actos que son en sí mismos intrínsecamente malos y graves, porque van en contra de las exigencias de la ley natural, se cae en un claro subjetivismo, que juzga la moralidad de la acción solamente por el mayor o menor compromiso de la persona.
8. En el fondo, encierra a la persona en la actitud del fariseo que no tiene necesidad de arrepentirse y le impide asumir la del publicano que se golpea el pecho y reconociendo su debilidad se confía a la misericordia de Dios.


2. Aquellas que inciden en la INTENCIÓN o el FIN del agente:
3. Moral teleológica
 PLANTEAMIENTO:
Considera que la acción es en sí misma moralmente neutra, y que puede ser calificada como
moralmente buena o mala dependiendo de que se haga con buena intención. Dedican particular atención a la conformidad del acto humano (no con el bien objetivo) sino con los fines perseguidos y con los valores que él sujeto moral tiene. En la medida en que la persona actúe con conciencia recta y con la convicción sincera que está obrando el bien, el acto es bueno.

4. Consecuencialismo-Pragmatismo
 PLANTEAMIENTO:
Es también llamado consecuencialismo teleologico. Según esta teoría la moralidad de la acción
deriva de las consecuencias exteriores de la misma en cuanto responsablemente previstas y
queridas como fin de la misma acción. No hay acciones en sí mismas absolutamente malas,
todo depende de las consecuencias que de tal acción se siguen y de los fines que se
busquen.
Para juzgar la moralidad de una acción hay que sopesar la relación entre las buenas o malas consecuencias que de ella se siguen, eligiendo aquellas que tienen previsiblemente más consecuencias positivas. P.e. Una relación prematrimonial será buena si contribuye a acrecentar el amor entre los novios, se realiza con mutuo respeto y tiene consecuencias auténticamente gratificantes, y si además los novios están dispuestos a asumir responsablemente las consecuencias de esa relación.

5. Proporcionalismo
 PLANTEAMIENTO:
Es también una forma de teleologismo. Juzga la moralidad de la acción porque arrojan un balance por la proporción entre los bienes que se pretenden lograr y los males que se van a derivar de esa acción. Se trata de maximizar los bienes y minimizar los males, buscando que el comportamiento concreto pueda producir un mejor estado de cosas para las personas interesadas. Para estas teorías no existe el bien o el mal en sí mismo, sino simplemente lo que es mejor que… o peor que otro…Bueno, significa mejor que…Es una teoría utilitarista.

☺ RESPUESTA:
«Para ofrecer los criterios racionales de una justa decisión moral, las mencionadas
teorías tienen en cuenta la intención y las consecuencias de la acción humana.
Ciertamente hay que dar gran importancia ya sea a la intención -como Jesús insiste con particular fuerza en abierta contraposición con los escribas y fariseos, que prescribían minuciosamente ciertas obras externas sin atender al corazón (cf. Mc 7, 20-21; Mt 15, 19)-, ya sea a los bienes obtenidos y los males evitados como consecuencia de un acto particular. Se trata de una exigencia de responsabilidad. Pero la consideración de estas consecuencias -así como de las intenciones- no es suficiente para valorar la cualidad moral de una elección concreta. La ponderación de los bienes y los males, previsibles como consecuencia de una acción, no es un método adecuado para determinar si la elección de aquel comportamiento concreto es, «según su especie» o «en sí misma», moralmente buena o mala, lícita o ilícita. Las consecuencias previsibles pertenecen a aquellas circunstancias del acto que, aunque puedan modificar la gravedad de una acción mala, no pueden cambiar, sin embargo, la especie moral.
Por otra parte, cada uno conoce las dificultades -o mejor dicho, la imposibilidad, de valorar todas las consecuencias y todos los efectos buenos o malos -denominados premorales- de los propios actos: un cálculo racional exhaustivo no es posible. Entonces, ¿qué hay que hacer para establecer unas proporciones que dependen de una valoración, cuyos criterios permanecen oscuros? ¿Cómo podría justificarse una obligación absoluta sobre cálculos tan discutibles?». Juan Pablo II Veritatis splendor, 77.
1. El primer elemento para juzgar la moralidad de una acción es que el acto sea moralmente bueno (objeto). Solo a partir de allí se puede atender a la proporción de los efectos buenos o malos.
2. El error de estas teorías está en concebir la acción como algo meramente físico, colocando la bondad moral de la misma en la intención del sujeto.
3. El consecuencialismo abruma la responsabilidad humana, pues el hombre antes de obrar tendría que preguntarse sobre todas las posibles consecuencias positivas o negativas de su acción, en lugar de preguntarse simplemente si está obrando el bien o el mal.
4. No se puede justificar la existencia de un nivel pre-moral de un acto humano, ya que esta es moralmente buena o mala por su objeto propio. La acción de abortar es en sí misma mala, sean las que sean las intenciones del que aborta o las consecuencias que traiga consigo, porque implica la destrucción de un ser humano inocente.

3. Aquellas que inciden en la INTENCIÓN o el FIN del agente:

6. Ética de la situación- circunstancialismo:
 PLANTEAMIENTO:
No se puede imponer fríamente a todos y en todas las situaciones la misma norma moral. Dios es
Amor y entabla con cada persona un diálogo personalísimo e irrepetible, en el secreto de su
conciencia. No hay principios absolutos y universales, sino solo normas generales aplicables a
la mayoría de los casos, pero que deben ser aplicadas a cada situación. Las “normas generales”
sirven de pistas, pero no obligan siempre de igual manera a todos. Es Dios quien dicta a la
conciencia de cada uno según su situación la norma moral.
«Las circunstancias pueden también atenuar o aumentar la responsabilidad del que obra (como actuar por miedo a la muerte). Las circunstancias no pueden de suyo modificar la calidad moral de los actos; no pueden hacer ni buena ni justa una acción que de suyo es mala». Catecismo de la Iglesia Católica,1754.

☺ SINTESIS DE LA RESPUESTA DESDE LA DOCTRINA CATÓLICA SOBRE EL JUICIO MORAL
a) Hay actos intrínsecamente malos en sí mismos
b) Hay principios morales absolutos (sin excepción) y universales (para todos).
c) Los actos singulares confirman o niegan la autenticidad de la Opción Fundamental. No son periféricos cuando se realizan con advertencia y libertad.
d) Si se suprimen los principios absolutos se cae en un relativismo inevitable, donde cada persona puede ser juez y parte, y de manera subjetiva considerar si ha obrado o no con recta intención.
e) Las reglas de juego deben ser aplicables a todos.

Crisis de la Teología Moral hoy
El Papa en la Veritatis splendor profundiza en la raíz histórica de la crisis de la teología moral contemporánea signada por una radical “subjetivización de la moralidad”. Esta crisis se expresa en una doble ruptura:

· La primera, a nivel filosófico, es la separación entre la libertad y la verdad;
· La segunda, a nivel teológico, es la ruptura del nexo entre fe y moral.
Cuando la libertad pierde la referencia a la verdad, se transforma en un poder arbitrario que no responde a la naturaleza profunda del ser humano.
Cuando la moralidad no hunde sus raíces en la fe: la moral se convierte en el cumplimiento de una serie de normas externas, desgajadas del agua viva del amor, que es lo que nutre y da sentido a la vida del cristiano; la vida cristiana queda reducida a una ética sin apertura a la trascendencia y deja de ser algo relevante para el mundo.